En los países desarrollados pensamos que al tener nuestros hijos una alimentación abundante, su alimentación es adecuada y tienen todos los elementos esenciales para su desarrollo. Estamos muy equivocados.
En primer lugar, los niños suelen ingerir más calorías de las recomendadas, además la cantidad de grasas y proteínas de origen animal suele ser superior a la que sería adecuada. La ingesta de azúcares libres es también demasiado elevada. La toma de alimentos procesados es cada vez mayor.
Todo lo anterior provoca obesidad y que aparezcan insuficiencias en la toma de ciertos elementos:
– Deficiencias en hierro (fundamental para el desarrollo intelectual)
– Insuficiencia de ácido fólico (previene contra la anemia y contribuye a la formación del sistema nervioso)
– No llegar a niveles adecuados de omega 3 (necesarios para el crecimiento)
– Vitamina D insuficiente (fundamental para la salud ósea)
Pero aunque tengamos claro como debe ser la alimentación de nuestros hijos, llevarlo a la práctica es más difícil de lo esperado, los actuales hábitos de vida y alimentación de nuestra sociedad van en nuestra contra cuando tratamos de implementar una alimentación adecuada.
Hemos de tener en cuenta que el ser humano conforma sus hábitos de alimentación durante la infancia, conforme vamos siendo más adultos, cambiar hábitos siempre nos resultará más difícil.
En nuestro próximo artículo mostraremos como podemos cambiar algunos aspectos de nuestra alimentación que pueden hacer mejorar mucho el equilibrio de la dieta de nuestros hijos.